La uberización de la economía es un hecho: los
buenos puestos de trabajo son para unos pocos
mientras cada vez más empleos apenas garantizan
la subsistencia. Las plataformas colaborativas,
como suelen llamarse a si mismas estas compañías,
operan a través de aplicaciones y tratan a sus
riders como carne de cañón con la que alimentan
su algoritmo.
Les vemos con sus mochilas por todas partes:
yendo de acá para allá por unos pocos euros,
esperando ante un restaurante, esperando a que
caiga otro pedido... Siempre a la intemperie y soportando
el frío del invierno, el calor del verano,
el riesgo del asfalto y el peligro de ir en bici en
medio de coches, corriendo para llevar el pedido
contrarreloj, con la moto o la bici en los días de
lluvia. Ser un rider es un oficio de alto riesgo y
poca recompensa y, hasta hace poco, sin relación
laboral reconocida.
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