Volver es, ante todo, recobrar fracciones de memoria, paisajes cuasiolvidados que aparecen en sueños junto con otros sueños, despojos húmedos y sumidos en el ceesto de la colada. Pero las imágenes se recuperan sin violencia, son rostros hervorosos o permanentes señas de identidad. Invaden terrenos deshabitados, salas o corredores vacíos, a la espera de los objetos que ya deslizan sus sombras y ocupan otra vez sus espacios amables, sus zonas de jerarquía.
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